Estar sentado: lo peor para tu espalda.
Al sentarnos, la actividad eléctrica de nuestras piernas desaparece, el consumo de energía se reduce al mínimo, el riesgo de sufrir una enfermedad del corazón, cardiovascular, cáncer, diabetes u obesidad aumenta y la esperanza de vida disminuye en un porcentaje altísimo.
Pero quizá la consecuencia más directa es la que sufre la columna vertebral.
Al sentarse, los discos intervertebrales de la columna sufren una considerable carga porque el efecto de la gravedad hace que el peso de todo el tren superior recaiga sobre la estructura pasiva del raquis.
Dependiendo del modo en que nos sentemos, la presión que recae sobre nuestra columna puede ser mayor o menor, y si no es de la forma correcta, la presión puede ser hasta el triple de la que experimentaríamos si nos encontrarámos “de pie” y hasta siete veces más que si estuviéramos tumbados boca arriba o de lado.
Como los discos se componen de un material flexible, se produce un aplastamiento que empuja al disco hacia su pared posterior, posibilitando la aparición de fisuras, protusiones o hernias discales a largo plazo.
El abusar de esta postura conlleva pues numerosos riesgos si no se tienen unos cuidados mínimos de higiene postural o si no somos capaces de realizar ejercicio físico activo que contrarreste el sedentarismo. Es importante cambiar de posición frecuentemente y realizar estiramientos que inviertan la carga.
La sobrecarga lumbar aumenta la degeneración y las posibilidades de que el dolor de espalda se convierta en algo crónico.
Además, el músculo responsable de la curvatura lumbar- el psoas- se va acortando y contracturando, influyendo en nuestra postura global y en su función muscular, provocando una mayor rigidez en la columna al desaparecer la lordosis lumbar, y posibilitando la aparición de “jorobas” a nivel dorsal.
El ejercicio físico permite aumentar el tono muscular de las estructuras paravertebrales encargadas de sostener a la columna vertebral, así como la coordinación de los tejidos y su reflejo neuromuscular, reduciendo el riesgo de posibles lesiones derivadas de una mala higiene postural, una continua repetición de movimientos de flexión en las actividades diarias o un exceso de tiempo sentado.
Al estar sentados, la musculatura de apoyo del raquis va perdiendo su funcionalidad poco a poco y disminuyendo su tono muscular y su eficacia.
Los erectores lumbares pierden fuerza, las articulaciones, ligamentos y los discos intervertebrales padecen una compresión y un empuje que provocará su traumatización y el desplazamiento en dirección posterior del núcleo discal entre las fibras del anillo.
El engranaje neurológico que protege la estructura pasiva de la columna se degenera más y más cuanto más tiempo permanecemos sentados.
Esta alteración no se recupera si cambiamos de posición ya que los ligamentos necesitan tiempo para volver a carburar de manera correcta y recobrar su consistencia funcional.
La necesidad de dotar a nuestra columna de tiempos de descanso, estiramientos y de “descarga” es imprescindible para prevenir posibles alteraciones, lesiones y bajas laborales, además de planificar adecuadamente el tiempo que pasamos sentados y tener cuidado de no realizar movimientos bruscos o esfuerzos que supongan un riesgo innecesario.