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La fascia es una aponeurosis, un pequeño tejido conectivo que recubre los músculos de la planta del pie, insertándose en el hueso del talón, en el cálcaneo y en los dedos del pie. Es un tejido grueso y tenso que transcurre a lo largo del arco plantar. Su función es estabilizar el talón durante la marcha, soportar el arco longitudinal del pie de forma correcta y amortiguar los impactos propios del apoyo del pie contra el suelo.

Su inflamación es común entre los corredores y los deportistas, debido a la gran cantidad de microtraumatismos que tiene que soportar y la no realización de estiramientos específicos para la musculatura plantar.

Uno de los síntomas más comunes es el dolor matutino en el talón, que desaparece progresivamente a lo largo del día. Suele ser una dolencia crónica, que en muchas ocasiones sólo se cura si se deja de correr un tiempo, obligando al corredor a resignarse y someterse a la peor de sus pesadillas, el reposo.

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La pronación del pie, unas zapatillas demasiado blandas o gastadas, una dosis excesiva de entrenamientos- sobre todo en asfalto – o el acortamiento del triceps sural suelen ser las causas más comunes de esta común dolencia, la famosa y temida: “fascitis plantar”.

La pierna es un conjunto anatómico que trabaja en movimiento de manera coordinada, los efectos de las fuerzas generadas en su movimiento dinámico generan repercusiones en toda la estructura muscular.

La fascia está conectada de forma biomecánica con el gemelo y el sóleo, formando una cadena posterior muscular, lo que hace necesario un estiramiento global de toda la estructura anatómica afín de potenciar su flexibilidad.

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Pero no sólo el acortamiento del gemelo y el sóleo posibilitan su sobrecarga mecánica, un aumento de rigidez en los isquiotibiales también es una causa determinante, al provocar mayor flexión de la rodilla y a su vez, mayor dorsiflexión del tobillo y por tanto, mayor presión para la fascia plantar.

Para aliviar la carga sobre la rodilla en flexión durante el apoyo del pie, es esencial trabajar también la elasticidad del cuádriceps para que su acortamiento no modifique nuestra postura global.

Asímismo, es crucial desarrollar la extensibilidad y funcionalidad de la musculatura abductora de la cadera ( glúteos y piramidal ) ya que se encargan de controlar globalmente la adecuada alineación del pie y la pierna en relación a la pelvis, posibilitando un adecuado control de la pronación y evitando movimientos incontrolados.

La irritación del tejido plantar puede agravarse si no somos capaces de controlar la pronación del pie.

La pérdida anatómica del ángulo del arco del pie somete a la musculatura plantar a un sobreestiramiento excesivo y una disfunción en la amortiguación de la carga y los impactos producidos por la repetición de los traumatismos de tracción.

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Además, el estiramiento del tibial posterior y flexor largo de los dedos posibilitará el retorno al control excéntrico de la estabilidad del pie.

Para finalizar, hay que recalcar la importancia de unas plantillas personalizadas, hechas por un buen podólogo, así como el uso de zapatillas duras y apropiadas con control de estabilidad, que reducirán el estrés sobre la fascia, y son imprescindibles para prevenir y rehabilitar la lesión.

Si ya padecemos fascitis, igual es conveniente renovar nuestro viejo calzado deportivo, cambiar la superficie de carrera por la hierba o la tierra- más suaves- o alternar la práctica deportiva más perjudicial para la fascia – la carrera – con la realización de actividades alternativas de menos impacto como la bicicleta, la elíptica o la natación.