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La corrección de los movimientos disfuncionales es un factor de riesgo que debemos minimizar y tener siempre presente.

Correr es un deporte de alto impacto, ya que genera estrés en toda la estructura muscular del cuerpo, desde los pies hasta la cabeza. Cuando corremos, efectuamos tres fases distintas, la de impacto, apoyo y propulsión. El pie es la estructura encargada de realizar correctamente estas tres fases, que deben realizarse correctamente para evitar lesiones.

El tipo de pisada que tenemos es determinante para conocer si necesitamos un apoyo extra en forma de plantillas individualizadas o zapatillas con corrección de la pisada para que el impacto generado sea lo menos lesivo posible y la carga generada se absorba con eficiencia.

Si corres habitualmente o haces deporte, es muy importante que sepas qué tipo de pisada tienes, ya que la prevención es el mejor remedio para evitar futuras lesiones y patologías graves que incluso podrían convertirse en crónicas.

 

Hay tres tipos de pisada básica.

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La pisada neutra es la “ideal”. El eje del desplazamiento se produce de forma lineal y no hay ningún hundimiento del tobillo. El arco del pie es normal y sólo se produce una ligera pronación fisiológica normal.

La parte exterior del talón es la que contacta en primer término con el suelo. Durante la pisada, el pie gira hacia adentro ligeramente para conseguir un apoyo total con el terreno y soportar el peso del cuerpo. Este tipo de corredores no necesitan ninguna ayuda extra ya que el grado de pronación que tienen es el “normal” para poder apoyar el pie.

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Se denomina pronación al movimiento natural del arco del pie cuando se hunde hacia adentro al efectuar la zancada característica al movimiento de correr. En este caso, el tobillo y el arco del pie gira hacia el interior en un grado mayor del deseable. Se produce una alteración biomecánica en la pisada.

La mayoría de los corredores tienen el pie ligeramente plano, lo que les provoca una pronación moderada. Suele ser la pisada que más lesiones genera, siendo la periostitis tibial una de las más comunes.

En casos más extremos, con un pie totalmente plano, la sobrepronación puede llegar a ser un problema que generará lesiones mucho más serias en el pie, la rodilla, las caderas y el tronco.

Así pues, la pronación conlleva un desgaste de la parte exterior del talón y el interior de la parte delantera de la zapatilla. La parte exterior del talón impacta en primer término con el suelo pero el pie gira hacia el interior de una manera más acentuada que en la pisada neutra. Como compensación, el antepié supina ligeramente.

El pie y el tobillo sufren porque el grado del giro es mayor de lo deseable y el impacto no se puede absorber debidamente. Como el movimiento no es el correcto, la rodilla también puede verse afectada generando el -valgo de rodilla- ya que la torcedura del pie y de la pierna altera la alineación deseable de la rodilla respecto al pie y a la pelvis.

El movimiento en cadena desencadenado por el pie afectará pues, a toda la estructura del cuerpo, incluida la columna vertebral.

 

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Por último, la supinación puede generar lesiones en los tobillos y las rodillas. Es la pisada contraria a la pronación, ya que no se produce la adaptación fisiológica pronatoria. La parte externa de la parte delantera del pie es la que más sufre y más desgaste provoca en las zapatillas. Los supinadores tiene n el pie cavo, con arco alto y muy marcado.

Es el tipo de pisada menos frecuente ya que sólo un 15% de los corredores son supinadores.

Cuando se produce el impacto con el suelo, el interior del pie no gira hacia el interior todo lo deseable, por lo que no absorbe la carga generada, que se sitúa en exclusividad en la parte externa del pie y no se distribuye de forma uniforme.

Las lesiones más comunes en un corredor supinador son la fascitis plantar, la tendinitis del telón de aquiles o el síndrome iliotibial de la rodilla.