Las investigaciones científicas son partidarias de la inclusión de los abrazos en las terapias de auto-estima y curación emocional. Un buen abrazo es una potente medicina cuyos efectos todavía se desconocen por completo, y por ello, no hay que menospreciar.
El contacto físico ha demostrado ser un apoyo fundamental en nuestro bienestar. La depresión, la ansiedad, la soledad, el miedo, el dolor, la tristeza, el estrés son sentimientos negativos cuyos efectos se pueden mitigar con varios abrazos y mediante el contacto personal.
Muchos hospitales en todo el mundo están incluyendo esta sencilla terapia en sus protocolos diarios en la lucha contra enfermedades como la artritis, la anorexia, la diabetes -ya que reduce el nivel de glucosa en sangre- e incluso el cáncer, ya que refuerza las defensas naturales del organismo.
Un abrazo causa cambios fisiológicos en las personas involucradas, nos relaja, nos hace sentir más felices y refuerza nuestro sistema inmunitario, cambia nuestro metabolismo y reduce la presión arterial y el ritmo cardíaco, modificando por ende, nuestra salud.
Se ha detectado que los valores de oxitocina en sangre ( la hormona de la felicidad y el apego ), así como de serotonina y dopamina liberados por el cerebro aumentan sustancialmente antes y después de un buen abrazo.
También cambia nuestra perspectiva ante el mundo que nos rodea, reforzando nuestro espíritu con pensamientos positivos y bondadosos, reduciendo el insomnio y haciendo que afrontemos las situaciones diarias con mayor positividad y entusiasmo.
Abrazar a un niño puede beneficiarle en gran medida durante su crecimiento y su desarrollo personal, haciéndole más inteligente, contribuyendo al aprendizaje temprano del lenguaje, y haciéndole más seguro de sí mismo y con mayor capacidad para tener amistades interpersonales plenas y duraderas en un futuro.
Además, regulará su peso, liberará endorfinas contra la fatiga y mejorará capacidades tan dispares como la hidratación y la coordinación muscular.
Una persona que no haya recibido abrazos durante su infancia tiene más posibilidades de convertirse en alguien egoísta, celoso, temeroso, insensible e inseguro ante el resto de personas.
Un buen abrazo libera el amor retenido y expande nuestra propia riqueza interior. Nos dota de energía y fortaleza. Al parecer, los efectos recibidos se asemejan a los que recibe el recién nacido en brazos de su madre, y la sensación de protección, puramente maternal está impregnada de amor sincero y puro, gracias al tacto transmitido por los receptores situados en la piel del ser humano.
Por último, resulta reseñable destacar que, según una investigación llevada a cabo por la universidad de Stanford en California, la relación entre mayor longevidad y apoyo terapéutico entre mujeres con cáncer de mama es claramente proporcional. Las pacientes afectadas que introdujeron el hábito de abrazarse vivieron durante más tiempo, y con menos dolor.
Y si todavía no estás muy convencido.. ¿A qué esperas para levantarte de la silla y comprobarlo tú mismo?
